miércoles, 4 de junio de 2008

Italia

Los años que pasé en Italia (1963-1966) fueron para mí muy decisivos. Entre otras razones, porque allí descubrí lo que era una sociedad organizada en libertad: libertad de expresión, libertad de manifestación, libertad de asociación. Allí supe por propia experiencia que los periódicos no tenían por qué decir todos lo mismo y que la naturaleza de cada uno de ellos no los obligaba a proclamarse "diario independiente", porque lo que de verdad importaba era conocer la dependencia de cada cual.
Fueron los años, en política, de la "apertura a sinistra", con personajes como Aldo Moro, Sandro Pertini, Palmiro Togliatti, Giuseppe Saragat, Enrico Berlinguer, etc.; y, en lo teológico y en el terreno de las ideas en general, los días de buena parte del Concilio Vaticano II. Por un motivo y por el otro, Roma era (fue al menos para mí) cátedra y al mismo tiempo escenario de intercambio de ideas, de experiencia de universalidad, de búsqueda de nuevas vías...
Es fácil comprender, así, la sorpresa que me produce ahora buena parte de la prensa italiana y la vida pública italiana en general. Probablemente no tengamos en nuestro entorno más cercano un ejemplo más claro, y lastimoso, de como los líderes políticos no sólo son sujetos pasivos del voto ciudadano sino también promotores efectivos de comportamientos sociales.
Basta, para creerlo, leer este cartelito que se ha podido leer estos días en el tablón de anuncios de una empresa en el pueblo de Pieve de Soligo (Treviso, en el nordeste italiano), en el que se pregona "la apertura de la temporada de caza, que durará todo el año, de los animales salvajes migratorios como los rumanos, los albaneses, los kosovares, los musulmanes, los talibanes, los afganos, los gitanos y los extracomunitarios en general".
No es extraño que, si un gobierno lidera la criminalización del diferente, en este caso del emigrante, los graciosos de turno inciten a su caza. Tan no es extraño que, en el caso que nos ocupa, sólo se conoce una denuncia oficial: la de la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL).
¡Atentos! porque no hace tanto se consideró bastante normal señalar al diferente odioso con estrellas o brazaletes

2 comentarios:

Manolo Cayuela Mora dijo...

Buenos días Daniel. Por motivos obvios conozco de tu estancia en Italia (recuerda la carta que te envíe)

Desde siempre he tenido en la cabeza una idea que tú podrás quitarme o afianzarme. Pienso que Italia es el hermano mayor de España en comportamiento social, quizas marcado por la influencia romana, el clima, religión, etc. Y siempre he pensado que lo que ocurre en Italia ahora pasará en España dentro de unos años. Pasó con el fútbol y con la corrupción política.

Poco a poco el tiempo me ha hecho cambiar de opinión, porque creo que Italia es una pais de contrastes más acusados que España (Norte/Sur, Derecha/Izquierda, Mafia)

No más de una simple reflexión que se me viene a la cabeza tras leer la tuya. Un saludo.

Daniel Romero dijo...

Me ha interesado tu reflexión sobre las relaciones entre España e Italia.
A pesar de las similitudes, yo pienso, Manolo, que somos muy distintos. Baste pensar, en el terreno de la realidad política por ejemplo, que la unificación de Italia es de muy entrado el siglo XIX; o que -y esto tiene connotaciones económicas indudables- la misma dictadura mussoliniana no fue autárquica sino buscadora de alianzas... Siempre he pensado que los españoles seríamos incapaces de soportar la inestabilidad política que caracteriza a las instituciones italianas, sobre todo a las nacionales... Y, sin embargo, aquel país marcha. En estos momentos, en cambio, en concreto en el tema de la inmigración los españoles estamos mostrando mayoritariamente actitudes que muchos italianos mismamente echan de menos entre sus paisanos. Un abrazo. A ver si un día echamos un rato... por ahí o por acá