jueves, 27 de septiembre de 2018

Santa María de la Piscina  

El otro día, leyendo A merced de un Dios salvaje de Andrés Pascual, me topé con la ermita de Santa María de la Piscina en San Vicente de la Sonsierra, en la Rioja. Creí al principio que se trataba de una ficción del autor, pero llamé a un amigo riojano, natural precisamente de aquellas partes del Oja, y me sacó de dudas: un yerno del Cid, el infante Ramiro Sánchez de Navarra, se unió a la primera cruzada, y en Jerusalén sus hombres arrebataron a los infieles la piscina probática, en la que se purificaban los corderos destinados al sacrificio en el Templo de Salomón; cuando volvió de allá trajo consigo una imagen de María tallada por el apóstol San Lucas y una astilla de la Cruz, y en su testamento dejó mandado que para veneración de las mismas se construyera una ermita con planta de la piscina arrebatada por él a los infieles. Quedaba cerrado el círculo y aclarado el misterio: Santa María de la Piscina.
         Hoy, al volver de mi paseo mañanero, he visto una furgoneta con el rótulo "Lavandería Virgen del Sagrario"; es así como se llama la patrona de la ciudad de Toledo. María es en Toledo también la imagen que de ella se conserva desde hace siglos en el sacrarium, la capilla catedralicia dedicada a las reliquias de los santos y al tabernáculo.
         Hace unos días, bajando de Cantabria, nada más entrar en tierras leonesas fueron más de una las referencias a la Virgen del Camino, la que los creyentes de aquellas tierras vincularon inteligentemente con el éxito indudable del camino francés, el más concurrido hacia Santiago.
         Cuando hace ya treinta años empecé a vivir en Castilla-La Mancha la empatía con los albaceteños me hizo familiar la Virgen de los Llanos, y con los talaveranos, la del Prado, y con los almanseños, la de Belén, y con los oropesanos, la de Penitas.
         Y ya antes, cuando estudiante, los años de Sanlúcar de Barrameda me familiarizaron con la Virgen de la Caridad, y los de Sevilla, con la de los Reyes, y los de Salamanca, con la de la Vega. Retrocediendo más en el tiempo, desde bien chico oí hablar en mi provincia de la Virgen de la Cinta de Huelva, de la de Clarines de Beas, de la Bella de Lepe, o de la hoy casi universal del Rocío de Almonte. Y siempre, siempre, y sobre todo, de la patrona de mi pueblo: la Virgen del Reposo.
         El lío mayor viene luego, cuando los nombres de las vírgenes los llevan niñas y mujeres de carne y hueso que merecen, todas, en algún momento, sus correspondientes tratamientos de respeto y con frecuencia disfrutan, también todas, de diminutivos cariñosos facilitados por la familiaridad.
         Me viene a la memoria aquí lo que cuenta mi mujer de la familia de una amiga suya: ya con tres hijos varones de cierta edad, aquel matrimonio del pueblo tuvo una hija, y como pensaban que con ella se cerraba el grifo y además era la única niña, la empezaron a llamar "La Niña". Cuando la niña tenía un par de años, el cielo se dejó caer con una hermanita, y empezaron a conocerla por "La Chica", y "La Chica" se le quedó. La chica, como estaba mandado, creció; pero, cuando ya no lo esperaban, sus padres trajeron al mundo a una nueva hermanita: ¡para qué complicar las cosas!, se convirtió para toda la familia en "La Chiquinina".
         En Toledo, si dices Charo, no te diriges generalmente a una Rosario sino a una Sagrario; las Bellas de Lepe no son necesariamente guapas, ni las Cintas o Cintis de Huelva tienen por qué aparecer estilizadas, como tampoco es forzoso que resulten tristes las Penitas de Oropesa. Una Caminito leonesa puede ser más  larga de lo esperado, ¿y entendería todo el mundo que Reyita es una Reyes pequeña o muy familiar? Mi amigo el informante me dijo que no le constaba la existencia de mujeres Piscinas, pero no me atrevería yo a descartar alguna Pisci a la chita callando.
         En mi pueblo la cosa se complica, porque el sustantivo mismo y su terminación en o son masculino, cosa de varones. Y, como eso no se puede ya manipular, la gente se ha cebado con los diminutivos, de modo que te puedes encontrar con una Reposita o con una Reposito. Un lío.

         Pero, la tradición, el que la lleva la entiende. Una paisana mía que vivía en Madrid tuvo que ser hospitalizada después de un accidente en una pequeña capital castellana, y unos vecinos suyos de Madrid fueron a hacerle una visita el primer fin de semana que pudieron. Llegó la pareja al hospital y el marido preguntó en Recepción por la habitación de una tal "doña Descanso González" que había tenido un accidente de coche.– "¿No será doña Reposo?".