sábado, 19 de abril de 2008

¡Las vueltas que da la vida! ¡El crucifijo!

El gallinero se ha alborotado estos días, como es normal, porque las ceremonias de toma de posesión de los nuevos cargos, de por sí civiles, se veían presididas por crucifijos y otros símbolos religiosos. El catedrático Julián Casanova publica hoy en El País un ilustrado e ilustrativo artículo sobre los porqués históricos de las relaciones Estado Español-Iglesia Católica plasmadas en ello.
Pero ¡las vueltas que da la vida!, pensaba yo mientras lo leía. La fe judía apareció y se perfiló cada vez más en su entorno cultural, universalmente religioso, como una fe atea, es decir como una creencia "sin dioses". En medio de un mundo donde los dioses tenían cada uno su efigie, su representación (lo que la Biblia llamará "ídolos"), la fe judía se niega a cualquier representación del suyo. Tan sin dioses que el dios en el que los judíos creían no se podía ni nombrar, pero no porque fuera malo nombrarlo sino porque no tenía nombre. Por lo que sabemos, para entenderse de algún modo se sintieron obligados a buscar una forma de referirse a él, y, en una lengua de raíces trilíteras, acudieron a un tetragrama, yhwy (en nuestras lenguas, según las vocales que se le pongan, lo leemos como "yavé" o "yeová"), sobre cuya traducción los expertos dudan: "el que es", "el que sea", "el no importa quién"...
Lo que sí es cierto es que este innombrable tampoco es imaginable, es decir no se puede representar. De modo que ¡caso insólito! la fe judía (y cualquiera derivada de ella) es por definición a-icónica, rechaza la posibilidad de representar mediante iconos al que no puede ni siquiera nombrar.
Pero ¡cosa más insólita aún! esa misma fe judía hace una excepción a ese su ateísmo: en un entorno dominado por la religión elabora su propia mitología de los orígenes y se imagina la creación del mundo siguiendo los días de la semana. Considera que todo va saliendo bastante bien; pero al final se da cuenta de que ¡falta un dios que presida todo aquello! Y entonces atribuye al Creador esta decisión: "Hagamos al hombre como imagen nuestra". Y concluye: "E hizo al hombre como su imagen. Como su imagen lo hizo".
Normalmente nos lo han traducido como "a imagen y semejanza de (Dios)"; pero el texto hebreo es claro: el hombre (constituido en) imagen (la única) de Dios.
Es la única imagen del innombrable que admite la fe judía: el hombre, el ser humano.
Al judío Jesús de Nazaret, por lo que sabemos, nunca se le ocurrió fundar una religión. Es más: los únicos contactos suyos conocidos con el mundo religioso de su entorno fueron tormentosos.
Si me lo imagino de alguna manera, lo veo hoy protestando contra los crucifijos y defendiendo, si acaso, que esas ceremonias las presidiera quien representa la voluntad de los hombres, o sea la Constitución.


1 comentario:

Juan Duque Oliva dijo...

Cuando el mensaje es tan claro ¿Que encajes de bolillos han de hacer para justificar la que tienen montada?