lunes, 7 de diciembre de 2020

La orfandad representativa


            El pasado 26 de noviembre Carlos Alsina, al final de una entrevista en Ondacero, le preguntó a Felipe González si se sentía representado como socialista por Pedro Sánchez, y Felipe respondió: "A veces tengo sentimientos de orfandad, pero mi partido es el socialista y creo que seguirá siendo... a veces me siento en orfandad representativa".

            Es posible que tenga más argumentos pero, por lo que había dicho en la entrevista, no creo malinterpretarlo si identifico como motivos de tal orfandad estos dos: la deriva del gobierno que preside Pedro Sánchez (en la entrevista, "la Presidencia del Gobierno"); y el funcionamiento orgánico del PSOE, del que es secretario general el mismo Pedro Sánchez (en la entrevista, "el PSOE").

            El primer motivo argumental, con aparente lógica pero de modo engorroso, sigue más o menos este hilo: en un momento en que la pandemia sólo nos permite una certidumbre, la de la incertidumbre, España necesita, más allá de unos presupuestos para 2021, un "proyecto de país". Pero la "posible conformación de mayorías" no permite un proyecto de país porque ni ERC ni Bildu están interesados en un proyecto que fortalezca a España como espacio público compartido o como nación; y también Pablo Iglesias tiene como estrategia llevarnos a un estado plurinacional con derecho de autodeterminación, en lo que converge con los anteriores. Siendo cierto que nuestra Constitución no es militante, creer en el proyecto que ella representa no es compatible con los que quieren acabar con España como espacio público compartido organizado como nación.

            En cuanto al PSOE, que es el principal partido del Gobierno, la cosa es confusa porque, a la vez que se dice desde la Presidencia del Gobierno que los objetivos de la UE representan un proyecto de futuro como nación y que no se va a permitir el desguace de ésta, dentro del propio Gobierno hay un partido de una sedicente "alianza progresista" basada en "autodeterminación y república", si bien es verdad que los ministerios de Estado están todos bajo el control del presidente del Gobierno.

            Se me vino a la mente lo que escribió Santos Juliá en Transición: Historia de una política española, 1937-2017: "'Segunda transición' irrumpió en el lenguaje político español como primer resultado de las elecciones de 1993 ... cuando Convergència i Unió (CiU) se sintió imprescindible para lo que comenzó a llamarse gobernabilidad del Estado: apoyar al partido del Gobierno sin formar parte de él". Y unas cuantas páginas antes, refiriéndose al PSOE de 1972, había relatado: "Felipe González, joven dirigente que llegaba del sur, afirmó que 'el problema de las nacionalidades dentro de nuestro país' merecía un análisis especial" ... adhiriéndose a la posición política de que "nacionalidad era la enseña de movilización y lucha contra la dictadura" ... y en consecuencia el PSOE manifestaba su decisión de apoyar 'las legítimas aspiraciones de los pueblos de las diversas nacionalidades ibéricas'".

            De ahí que a los militantes del PSOE no les extrañara nada que en el discurso de investidura del año 1993, después de perdida  la mayoría absoluta de las tres legislaturas anteriores, Felipe González fuera al grano y sin ambages: convencidos de que "los acuerdos estables con otras fuerzas políticas son un requisito necesario para esta nueva etapa política con objeto de superar los retos que la misma plantea... en el curso de las conversaciones mantenidas hemos encontrado bases suficientes para un posible compromiso de gobierno con el Partido Nacionalista Vasco y para compromisos programáticos concretos con Convergència i Unió, que irán desarrollándose en el inmediato futuro, sin cerrar la posibilidad por nuestra parte de una colaboración gubernamental cuando se juzgue oportuno." Y que, como gobierno, se comprometerá Felipe  "a mantener abierto el diálogo con las otras fuerzas políticas que lo deseen" (es decir, con políticos como Jon Idígoras -HB- o Pilar Rahola -ERC-).

            "¡Hombre! -me puede decir quien lea esto-, pero ¡es que no son comparables un Pujol, un Roca o un Arzalluz con un Rufián!". Veamos.

            El domingo 28 de octubre de 1990 José Antich daba cuenta en El País de un extenso documento (20 folios) de Convergència Democrática (CDC) nacido de notas de Pujol y en el que habían participado los consejeros Macià Alavedra (Economía), Joan Guitart (Educación), Joan Vallvé (Agricultura) y Josep Laporte (Sanidad), así como el secretario general de Convergència, Miquel Roca. En dicho documento

            - Se define a Cataluña como "nación discriminada que no puede desarrollar libremente su potencial cultural y económico".                       

        - Se propugna la configuración de una sociedad catalana de claro corte conservador en la que tengan vigencia "Ios valores cristianos" y en la que se fomenten las "fiestas populares, tradiciones, costumbres y trasfondo mítico". Una sociedad a la que se debe sensibilizar sobre la "necesidad de tener más hijos para garantizar su personalidad colectiva".

            - Para todo ello se propone "vigilar la composición de los tribunales de oposición" para todo el profesorado; "reorganizar el cuerpo de inspectores de forma que vigilen la correcta cumplimentación de la normativa sobre la catalanización de la enseñanza".

                  -  Se considera necesario "incidir en las asociaciones de padres".  

              - También hay que "introducir gente nacionalista (...) en todos los puestos claves de los medios de comunicación". Así como "incidir en la formación inicial y permanente de los periodistas y de los técnicos de comunicación para garantizar una preparación con conciencia nacional catalana". 

                - Promover la creación de organizaciones patronales, económicas y sindicales catalanas, siendo conveniente diseñar "una estrategia para optar a los cargos directivos de las instituciones" financieras.

            - Se debe "incidir sobre la administración de justicia y orden público con criterios nacionales", y revisar los mecanismos de acceso y promoción del funcionariado.

            De este documento Pujol "distribuyó un preborrador a los miembros del Gobierno catalán al inicio de las vacaciones de verano de 1989 con el ruego de que lo leyeran y que, en septiembre, hicieran sus aportaciones."

            En el caso del PNV, donde lendakari y cabeza del partido no coinciden, son suficientemente ilustrativas las declaraciones de Xabier Arzalluz que recoge El País de 7 de abril de 1994: "Yo no espero verla (la independencia). El pueblo vasco, si la quiere, la logrará. Pero aquí hay gentes que no son nacionalistas. Lo que ha de lograr este pueblo es una clara mayoría. Si no la hay, o hay mayoría en otro sentido, será lo que diga el pueblo". Y se mostró partidario de un "Estado vasco dentro de Europa", si bien reconoció que actualmente es imposible porque, dijo, está el Ejército, que garantiza "que no va a haber un desmembramiento de lo que se llama territorio nacional". A su juicio, el artículo octavo de la Constitución, que atribuye a las Fuerzas Armadas la misión de garantizar la soberanía e independencia de España y defender su integridad territorial, "es impresentable".

            No parece que a los nacionalistas catalanes y vascos de 1993 les entusiasmara "España como espacio público compartido organizado como nación".

            El segundo motivo para el sentimiento de orfandad declarado residiría en el ámbito partidario (no sólo en el PSOE, por cierto, sino en todos los partidos, "incluso en C's"), y consistiría en que una insistente apelación a participar se resuelve de hecho en sentido contrario, en verticalidad; la mayor participación que se pregona no se refleja en una realidad participativa ordenada. 

            Oyendo hablar de verticalidad y del escaso papel de las instancias orgánicas intermedias en el PSOE, no podía sino repasar la película de tantos años de militancia en un ambiente, siempre, de cohesión crítica y con cierto ramalazo ácrata característico de una organización tan representativa de España.

            Por lo demás, a mí me choca lo de "orfandad representativa", porque, vamos a ver, ¿no es siempre orfandad la representación de la madre o del padre?, ¿no hay que echar mano de algo (imagen o idea) que los represente precisamente cuando no es posible su presencia? Y, si se trata de la "representación política", dice el DRAE que es "la que ejercen los elegidos en votaciones democráticas que no está sometida a mandato imperativo". Como Felipe González ha demostrado siempre ser demócrata, tengo que concluir  que, sencillamente, no le gusta la representación política de los actualmente elegidos en las votaciones democráticas del PSOE. No hacía falta marear tanto la perdiz.

 

  

No hay comentarios: