lunes, 28 de septiembre de 2020

El pandemonio de Muñoz Molina

Ayer domingo 27 de septiembre publicó Antonio Muñoz Molina en El País un artículo que me causó honda impresión. Su título era "La otra pandemia", y el resumen que lo seguía rezaba: "La política española es tan destructiva como el virus. Contra éste llegará una vacuna, pero contra el veneno español no parece que haya remedio. Si no hacemos algo, esta gente va a hundirnos a todos".

La autoridad, e incluso admiración, literaria no me ciega como para no someter a crítica lo que leo. Por eso después de aquella honda impresión me puse a destripar lo que encerraban palabras en general tan propias y bien trabadas.

Hace unos años el sociólogo, filósofo y catedrático Ignacio Sánchez-Cuenca publicó un estudio que recomiendo: una singular forma de crítica textual consistente en reunir textos de opinión de personas reconocidas por la calidad literaria de sus escritos y cotejar con la realidad y lo que dicen los expertos las opiniones por ellas vertidasÉsteIgnacio Sánchez-CuencaLa desfachatez intelectuaL: Escritores e intelectuales ante la políticaLos libros de la catarata, 2016.


Uno de los autores que Sánchez-Cuenca somete a su bisturí crítico es Antonio Muñoz-Molina, que, además de tocas temas políticos en sus artículos de opinión de El País, en 2013 había publicado "Todo lo que era sólido", texto directamente dedicado a la crítica de la situación española y de nuestros políticos. A modo de resumen el profesor desvela así lo que le ha deparado su recorrido: "Las opiniones políticas de los Savater, Cercas, Muñoz Molina, JuaristiAzúa, Vargas Llosa, Marías, Espada, etc. tienen a estas alturas algo de pintoresco. Siempre es agradable leer su prosa, resulta entretenido estar al tanto de sus obsesiones, pero es difícil tomárselas muy en serio cuando hablan de política."

De Muñoz Molina es interesante ver cómo encaró, por ejemplo, el que sería detonante (nunca mejor dicho) del final de ETA (otra pandemia)"Se confirmaron mis peores barruntos, el sentimiento de vejación de ver un país entero dependiendo de individuos con capuchas... Esas actrices que repartían flores como si repartieran esperanza... ¡La esperanza no me la dan los pistoleros! Toda la situación que ha precedido a este atentado me ha parecido vejatoria para la dignidad democrática del país. Sentí eso: la humillación de un Estado que ha sabido tener dignidad". Sánchez-Cuenca comenta: "La reflexión de Muñoz Molina tras el atentado de la T-4 fue especialmente interesante por situarse en un registro puramente moral".

En 2006 empezó a adueñarse de la vida pública (y, sobre todo, publicada) española la pandemia de la crisis económica: "A base de denuncias de constructores horteras -comenta el autor de "La desfachatez intelectual"-, funcionarios indolentes, políticos zafios e intelectuales acomodaticios Muñoz Molina establece una complicidad con el lector, que si está leyendo el libro ("Todo lo que era sólido") es porque en última instancia se ve a sí mismo como una víctima más de la mediocridad circundante que se ha apoderado del país; sólo están a salvo los lectores del libro, esos ciudadanos que, como Muñoz Molina, son insobornables y conservan la capacidad para escandalizarse frente a una sociedad que se ha dejado corromper o que ha transigido con la corrupción. En este sentido el libro a mí no me pareció 'valiente': lejos de ir a contracorriente , da respetabilidad intelectual al clima de opinión dominante según el cual toda la culpa de nuestros males es de los políticos. Valiente, en este contexto, habría sido alzarse contra los tópicos asfixiantes sobre la política que se han establecido en España, no darles carta de naturaleza."

Y, por último, también en aquellos años de la crisis, pero esta vez volviendo su mirada a la política de recuperación de la memoria histórica, Muñoz Molina llega a decir: "En 2006, las noticias más urgentes eran casi siempre acerca del pasado. Excavaciones de fosas de ejecutados e indagaciones judiciales sobre verdugos muertos 30 ó 40 años atrás ocupaban aquella extraña actualidad en la que el presente casi no existía sino como reiteración fantasmal de las confrontaciones sanguinarias de hacía tres cuartos de siglo"La exageración le sirve a Muñoz Molina -concluye Sánchez-Cuenca- para construir una tesis abracadabrante: a saber, que la razón por la que nadie vio la crisis económica que se nos venía encima fue que todo el mundo andaba pendiente del debate sobre la guerra civil y el pasado.

Situado en este contexto crítico, escrutador, he vuelto a leer "La otra pandemia", y voy a reproducir algunos párrafos y a comentarlos brevemente.

(1) "España es un país de discursos sonoros y de teléfonos oficiales queno contestan nunca, de asesores innumerables y centros de salud en los que falta material sanitario y hasta de limpieza, de dirigentes políticos que prometen el paraíso de la independencia o la igualdad y médicos que para subsistir han de firmar contratos de una semana o de un día."

(2) "Médicos, enfermeros, limpiadores, repartidores de comida, reponedores de supermercados, policías, militares, cuidadores en residencias de ancianos, profesores, farmacéuticos: el número y la calidad de las personas que entregaron sus vidas haciendo trabajos esenciales durante los días más oscuros del confinamiento nos dan confianza en la solidez de nuestro país".


Me llama muchísimo la atención que un país formado por personas como las del párrafo (2), que "nos dan confianza en la solidez de nuestro país", logren el desastroso y desanimante resultado que refleja el párrafo (1) a la hora de fajarse con su vida pública, con lo que es de todos.

 

"Pero la clase política española, los partidos, los medios que airean sus peleas y sus bravatas, viven en una especie de burbuja en la que no hay más actitud que la jactancia agresora y el impulso de hacer daño, y el uso de un vocabulario infecto que sirve sobre todo para envenenar aún más la atmósfera colectiva, para eludir responsabilidades y buscar chivos expiatorios, enemigos a los que atribuir las culpas de todos los errores."

No se me ocurre más que aquello de que "quod nimis probat nihil probat", lo que demasiado prueba nada demuestra.

 

"A quienes más se parecen ahora los independentistas catalanes en su insolidaridad y en sus ganas de gresca y de aprovechamiento del desastre es a los patriotas españolistas que malgobiernan la Comunidad de Madrid. A unos y a otros, el daño que puedan hacer al Gobierno central les importa más que el perjuicio de todos. Y en el Gobierno mismo, mal avenido y desnortado, los bocazas y los irresponsables entorpecen el trabajo de los que sí saben lo que hacen.


La Comunidad de Madrid tiene el ritmo de contagios más alto del mundo y su pomposo vicepresidente inaugura un dispensador de gel hidroalcohólico en una estación de metro. Ciento cincuenta científicos de primer rango publican en TheLancet un manifiesto en el que solicitan que las administraciones españolas hagan un examen completo, riguroso e independiente de la gestión de la pandemia en nuestro país. El manifiesto aparece a principios de agosto, cuando la curva de contagios ya está ascendiendo: ni una sola institución se hace eco; a mediados de septiembre, y solo después de que se publique un segundo manifiesto más alarmado todavía, el ministro de Sanidad propone a los científicos un encuentro para octubre. Se ve que no hay prisas."

 

Por fin parece que el autor va aterrizar y perimetrar los males del país para a continuación indicar algunas vías de remedio. Lasciate ogni speranza: si algunas cosas de la Comunidad de Madrid van mal, ahí está el Gobierno  "mal avenido y desnortado" y desobediente al doble manifiesto de The Lancet para redirigirnos hacia la verdadera "otra pandemia". 

¡Menos mal que quedamos los buenos!

"No sé, sinceramente, qué podemos hacer los ciudadanos normales, los no contagiados de odio, los que quisiéramos ver la vida política regida por los mismos principios de pragmatismo y concordia por los que casi todo el mundo se guía en la vida diaria. Nos ponemos la mascarilla, guardamos distancias, salimos poco, nos lavamos las manos, hacemos nuestro trabajo lo mejor que podemos. Si no hacemos algo más esta gente va a hundirnos a todos."


Ahora vuelvo a mi vida de jubilado, y me encuentro con que el escritor Antonio Muñoz Molina no me ha dado ni una pista sobre ese algo al que él condiciona que "esta gente" no nos hunda a todos. ¿No es raro que diagnóstico tan fino y preocupante no acabe en tratamiento alguno?