martes, 31 de marzo de 2020

Negocio y política


Negocio y política

Escuchando ayer a Lledó en el notable capítulo que le dedicó el “Imprescindibles” de la 2, me animé: “Anda, Daniel -me dije-, olvídate de noticias periodísticas, de fuera y en lenguas modernas, y vete a las raíces”. Y con las raíces me quiero hoy enredar.
Esto de la pandemia nos está trayendo a todos, además del coronavirus y sus peligros, jaleos, negocios muchas veces innecesarios e idiotas.
Para los romanos el negocio no era algo positivo, deseable; era el nec-otium, la negación de lo que de verdad importaba: el ocio. Negocio sonaba a ocupación, ajetreo, pleitos, trabajo, dificultades. La vida de verdad era el otium, el ocio, que equivalía a calma, paz, tranquilidad. De todos es conocida la oda de Horacio “Beatus ille qui procul negotiis…” tan magistralmente transmitida por la Oda a la vida retirada de Fray Luis de León. Y Fedro tiene una conocida fábula, la del perro y el cocodrilo, basada en la fama de que los perros del Nilo bebían en el río corriendo por temor a los cocodrilos:
Bebiendo un perro en el Nilo
al mismo tiempo corría.
"¡Bebe quieto!", le decía
un taimado cocodrilo.
Díjole el perro, prudente:
"Dañoso es beber y andar;
pero ¿es sano el aguardar
a que me claves el diente?"
¡Oh, qué docto perro viejo!
Yo venero su sentir
en esto de no seguir
del enemigo el consejo.
Este “bebe quieto” que en la versión de nuestro Samaniego el cocodrilo le sugiere al perro, Fedro lo expresa con un “quamlibet lambe otio”, o sea: “lame cuanto quieras con calma”.
Merecería la pena aprovechar este retiro forzado de la actividad ordinaria para hacer como Ovidio, que llamaba a sus versos “mis ocios” (otia mea).

Esto de los negocios me lleva a la política.
En el mencionado programa de Emilio Lledó se hizo frecuente referencia al término griego “pólis”, del que deriva el adjetivo “politicós”, cuya carga semántica sigue una gradación que va desde la igualdad de derechos de los ciudadanos, la igualdad civil, hasta la simple capacidad de vivir en sociedad, pasando por cuanto concierne al Estado (por ejemplo, el hombre de Estado, o el leguaje político frente al literario), la habilidad en la administración de los bienes públicos, lo que conviene a los asuntos públicos o quien tiene el favor de los ciudadanos. Quien vive o se considera fuera del Estado, de la “pólis”, es un simple particular, un “idiótes”, de donde viene nuestro idiota.

En éstas estaba cuando me enteré ayer de la noticia de las mascarillas en mal estado que le han colado hace un par de días al prepotente Gobierno holandés. Y algo más tarde, estando coleando todavía la sesgada controversia por la partida de detectores rápidos de COVID-19 devuelta por el Gobierno español, me llegó un e-mail del Psoe de CLM con este texto: “Castilla-La Mancha es la primera región que consigue los test (sic) rápidos y los valida con éxito. Hoy se empiezan a distribuir”. Poco después, en la SER, el Consejero de Sanidad daba cuenta de haber comprado una partida de detectores serológicos adquiridos en China, en un mercado que él no dudó en calificar de verdadero “zoco”.

Todos los días sigo con interés las ruedas de prensa que dan desde Moncloa porque son políticas y no alteran el ocio que necesito para hacer frente con mis conciudadanos a esta pandemia. Pero las idioteces me perturban el ocio proporcionado por esta inactividad forzada.

(publicado en mi muro de Facebook el 30.3.2020)

martes, 24 de marzo de 2020

Mensajes de whatsapp Compartir Reenviado

Define la Wikipedia whatsapp como ”una aplicación de mensajería para teléfonos inteligentes, en la que se envían y reciben mensajes mediante Internet. Y luego especifica que “también los usuarios de la libreta de contacto pueden crear grupos, enviarse mutuamente imágenes, documentos, ubicaciones, contactos, vídeos y grabaciones de audio, realizar llamadas y videollamadas, entre otras funciones”.
Sin que haya tenido que leer esta entrada de la Wikipedia, el usuario de whatsapp sabe que con la aplicación sólo puede intercambiar mensajes con quien esté en la libreta de contactos de su móvil y lo tenga a él en la del suyo. En mi agenda de contactos sólo figuran  familiares, amigos e ítems utilitarios. Los mensajes que me llegan de los dos primeros colectivos, los abro siempre con cierta impaciencia y suelen alegrarme; del tercer colectivo sólo me llega algún mensaje ya esperado (el mecánico de la lavadora que ya va a venir a casa). 
Pasar del mundo analógico al digital resultó todo un alivio, porque abrir el buzón se había convertido en una pena: te lo atiborraba de folletos y pasquines la propaganda, mientras amigos y familiares se habían olvidado ya de la mensajería postal. Sólo las navidades, una invitación de boda o alguna cada vez más rara postal de un ilusionado viajero devolvían algo de calor al odioso buzón.
Y whatsapp permite también, bendita cosa,  “crear grupos”. Yo formo parte permanente de varios (con mi mujer y mis hijos, juntos y por separado, con mi mujer y cada una de mis dos nietas mayores, y con mis hermanos), y he estado también en algún grupo temporal de amigos para la comunicación cruzada con motivo de algún propósito compartido.
Pero esta misma facilidad digital, que nos multiplica y agiliza las posibilidades de comunicación, confunde también las mentes y, no digamos, los dedos de muchos. ¡Ay, si yo hubiera descubierto a un vecino echando en mi buzón propaganda llegada al suyo! Y creo que el mismo sentimiento tendrán quienes esto leen.

Hace algo más de un año recuperé la relación con un amigo de esos con los que la comunicación fluye enseguida porque su sostén se tejió en los años de la adolescencia y la primera juventud, y además en un internado. Habíamos dejado de frecuentarnos hace bastantes años, y fue él quien llevó la iniciativa: me llamó a mi teléfono fijo, y me dio un alegrón grande. Tras colgar le envié mi número de móvil. 
Justo al día siguiente me reenvió (pasó de su buzón al mío) este mensaje: 
Compartir Reenviado Vais a alucinar seguro ¡ IMPRESIONANTE ¡ ¡ …” (unos signos de admiración muy grandes, todos de cierre, con doble espacio entre ellos y de color cárdeno). El mensaje continuaba tratando ya al lector en segunda persona del singular, lo invitaba a operar sobre el enlace de una maravilla turística, y terminaba: ”Ademàs (con acento grave) puedes acercar y mover … Una pasada…”. Busqué en vano alguna nota en la que mi amigo me indicara, no sé, qué emociones o, al menos, qué impresiones le había proporcionado lo que a él le había llegado, pero nada. Por lo visto le había gustado la propaganda encontrada en su buzón y me la había endilgado. No respondí.
La siguiente noticia que tuve de mi recuperado amigo tardó unos cinco meses. Fue también un mensaje de whatsapp:  
Compartir Reenviado Las redes sociales braman contra "El hormiguero" por llevar al programa del jueves, 10, a Santiago Abascal "dando voz al fascismo" y piden un boicot al programa. ¡¡Todos a ver "El hormiguero" el jueves!! Antena 3 después del telediario de las 21  Más a menos 21:45 Esto hay que informarlo a todos nuestros contactos como hago yo ipso facto.”
Tampoco había esta vez nota personal alguna. Se me vinieron a la mente un par de cosas: primero, lo sorprendente de que mi recuperado amigo, pulcro hasta decir basta cuando éramos jóvenes y con notas académicas más que aceptables, hiciera suyo sin más un texto tan poco cuidado, y además de origen anónimo; y luego, que me urgiera a hacer llegar tal mensaje a “todos nuestros contactos” siendo sabedor de que yo milito en el Psoe desde 1976 y he sido alto cargo en todos los gobiernos de Felipe González. No me quedó claro si la propaganda llegada a su buzón la había pasado al mío para enseñarme a redactar, para señalarme el buen camino en política o sencillamente para que yo me encargara de tirarla a la basura. No respondí
El miércoles 25 de diciembre me entró, entre muchos otros, un whatsapp de mi recuperado amigo. Lo leí: 
Compartir Reenviado ¡Feliz Navidad!”. 
“Ya ha echado en mi buzón el último christmas que le metieron a él”, pensé. Esta vez le respondí:
“Igualmente. Un abrazo”.
El pasado 25 de febrero tuvo mi recuperado amigo el detalle de acordarse de mí, y me mandó por whatsapp este mensaje (tal cual):
“Memento, homo, quia pulvis es et in pulvere reverteris. Latinajos que ya no sé si está bien escrito. Abrazos. Mañana Miércoles de ceniza”.
Un par de días después le contesté:
“Queda mejor ‘et in pulverem reverteris’, con el término adonde en acusativo. De todos modos, el polvo (éste del que se habla) es el mismo. Gracias por el recuerdo. Un abrazo”.
El miércoles pasado, día 18, mi recuperado amigo me mandó por whatsapp el siguiente mensaje:
CompartirReenviadoCreo que siendo el peor gobierno posible es lo mejor que nos podía pasar para mantener la calma...me explico: Imaginais gobernando el PP...la calle tomada por los podemitas quemando contenedores, rompiendo lunas de bancos, saqueando supermercados contra el capitalismo, caos y desobediencia civil...piquetes en los hospitales pidiendo mejoras salariales y protestando por falta de medidas, etc... lo Imaginais no?
Afortunadamente las derechas somos solidarios, educados, patriotas y gracias a ser seres humanos y civilizados hacemos caso y no creamos conflictos. A todo esto estoy seguros que el chepas (coletas) estará  rabioso por no poder tomar la calle organizando ese caos que le pide el cuerpo”.
Sólo pensé: “¡Que D. José Romero, D. Patricio, D. Francisco Cruces, D. Vicente Cera, D. Germán dedicaran tánto esfuerzo y desvelo a familiarizarnos con las Humanidades para esto! ¡Hasta cursamos juntos una asignatura que se llamaba Preceptiva Literaria!”.
Le contesté a mi recuperado amigo:
“Amigo xxxx, te pido un favor: no me reenvíes ningún material. Este es mi buzón personal de mensajería instantánea whatsapp, y sólo espero encontrar en él mensajes de familiares y amigos. Espero que llevéis bien esta temporada de enclaustramiento. Un abrazo”.
Lo malo en esto de la comunicación digital es que a lo mejor mi recuperado amigo piensa que entre él y yo la comunicación ha dejado de fluir.