A diferencia de a Borrell, al que conocí en mis tiempos de Madrid, cuando ambos militábamos en la Federación Socialista Madrileña, a Pedro Sánchez yo no lo conocía de nada. Mi vida no estaba ya en Madrid cuando las primarias de 2014.
Después del derroche de energías que supusieron, hasta el agotamiento, las cuatro legislaturas de gobierno de Felipe González, el PSOE anduvo buscando terrenos firmes desde los que encarar un futuro organizativamente nuevo y políticamente fructífero. Después de ensayar con dirigentes señalados por los responsables orgánicos del momento, se llegó a la determinación de que decidieran directamente los militantes con su voto. Llegaron así las primarias, primero para candidato a la Presidencia del Gobierno en 1998, y más adelante, para candidato a Secretario General.
Tanto en 1998 con Borrell como en 2014 con Pedro Sánchez mi voto se ajustó a un mismo criterio: apoyar al compañero menos deudor del aparato que había que renovar, o, en otras palabras, al candidato con menos padrinos. Y así fue: Borrell y Pedro Sánchez salieron airosos en sendos procesos con la fuerza exclusiva de nuestros votos, del voto de los militantes. Era el terreno sólido de un partido político, de una organización social, más que centenario.
Mi complicidad con Pedro Sánchez, pues, ha condicionado necesariamente la lectura del libro que salió al público el pasado día 4. Y estas líneas no son, por tanto, una recensión del mismo; transmiten, si acaso, algunos de los sentimientos que he tenido al leerlo.
No hay una España que no sea a la vez Europa. Europa no es una instancia a la que se va a pedir o a denunciar o a no sé qué más. Europa es lo que decidimos los europeos. Las decisiones de Europa son decisiones nuestras, y decisiones nuestras pueden llegar a ser europeas.
El empeño socialdemócrata es el mejor modo de garantizar la convivencia en igualdad, en libertad, solidaria y económicamente próspera.
En la acción política tan importante es resolver los problemas del día a día como afrontar planes de futuro a medio y largo plazo.
Hay transformaciones, como el cambio climático, la transformación energética y el cambio digital, que o bien las dirigimos los humanos o bien acaban ellas arrollándonos a nosotros.
El autor familiariza al lector con su experiencia de gobernante, con reflexiones que acompañan o fundamentan sus decisiones políticas, con trozos de su vida personal, con consideraciones sobre el mundo en que vivimos, e invita a compartir con él por dónde, con qué medios, desde qué presupuestos y para qué objetivos habría que actuar.
La división del texto en breves capítulos hace fácil la lectura