jueves, 2 de abril de 2020

Conocimiento, noticia, chisme


Noticia y conocimiento son lo mismo. “¡Anda allá!”, me dirá más de uno, incrédulo, harto de tener que huir muchas veces de las noticias para alcanzar algo de conocimiento.
Pues sí. Nuestros antepasados romanos llamaban al conocer noscere, y a su fruto, es decir a la acción consumada o a lo ya conocido, notum. Conocer, tener conocimiento de algo. A partir de este significado de base, la lengua latina fue haciendo sus florituras: Tácito se refiere a las “res quae a praetoribus noscebantur”, las cosas que eran competencia de los pretores, y Plauto habla de conocer una excusationem para decir que se ha admitido la disculpa, mientras Cicerón se despacha en una de sus invectivas: “Illam partem excusationis nec nosco, nec probo”, aquella parte de la excusa ni la admito ni la apruebo.
Pero los romanos también tuvieron sus abuelitos; entre otros, muy importantes, los griegos. Y de éstos precisamente heredaron lo de noscere. Es muy interesante seguir el rastro, porque guignósco, de cuyo aoristo égnon proviene nuestro latinajo, quiere decir propiamente aprender a conocer, llegando a ser sinónimo de captar la causa de algo (en Platón, por ejemplo). Es lo que exige Aristóteles en su Retórica: gnózi seautón (no seas capullo, aprende a conocerte a ti mismo).
Las palabras son como los árboles: mientras más se alejan de la raíz más abarcan y menos recias se hacen, menos fuerza tienen. Progresivamente este radical aprender a conocer fue incluyendo el simple reconocimiento (de la voz, por ejemplo); pero, con acertada picardía, no abandona su vocación de profundidad y gana la candidatura para significar la relación sexual entre hombre y mujer (siendo él, machistas como eran todavía, el sujeto de la acción).
De notum a notitia no hay más que un paso. Y, efectivamente, por empezar por la indicación última, César no tiene empacho en referirse con la palabra noticia al comercio con mujer; Cicerón, menos castrense, llama notitiae rerum a las ideas que el espíritu se forma de las cosas. Y Ovidio se explaya y canta: virtus notitiam serae posteritatis habet, o sea que “la virtud tiene consigo el conocimiento de la posteridad más lejana”

¿Qué queda de todo esto en nuestros noticieros, en las news de las angloparlantes, en las nouvelles francesas o en las Nachrichten germánicas?
Básicamente una cosa, y sólo una: que, cuando se conoce algo que antes no se conocía, ese algo es nuevo. La novedad. El campo semántico se hizo tan insignificante  que a los ingleses les dio vergüenza y en los siglos XVII y, sobre todo, XVIII explicaban tan tranquilos que su news era un acrónimo formado con las iniciales de North, East, West y South, abarcando así la universalidad de los cuatro puntos cardinales. No me extraña el brexit.

Y quedan los chismes, el chismorreo. Chisme viene del griego sjisma (= escisión), de nuestro “cisma”, que tan malos nos ha hecho imaginar siempre a los ortodoxos orientales. Por eso la RAE dice que, coloquialmente, chisme es “noticia verdadera o falsa, o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras o se murmura de alguna”.
Ea, y ahora, para conocer el mundo en que vivo (incluido “este gran país que es España”) y sus actuales circunstancias, me pongo ¿a leer los periódicos que todavía salen en papel, o los que sólo son digitales?, ¿a escuchar programas radiofónicos informativos o de opinadores?, ¿a ver TV?, ¿a recorrer con avidez el chismorreo de lo que llamamos redes sociales?

Cualquier cosa, creo yo, siempre que alejarse en exceso de las raíces no derive en un buen porrazo.

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