lunes, 23 de septiembre de 2019

Música y política


El sábado disfruté en el Rojas de un concierto muy singular: aparte del goce que produce siempre escuchar a Mozart, Haydn y Beethoven, eran intérpretes un director toledano de treinta y ocho años, Javier Ulises Illán, cuarenta y cinco jóvenes de entre dieciocho y veinticuatro años (veintinueve mujeres, por cierto) y unos también jóvenes solistas de nivel internacional (soprano, violín y viola).
Desde que me senté en la butaca y hasta ahora mismo me martillean en la cabeza las palabras del padre de Mozart con que el indicado director cierra, en el programa de mano, la presentación de "Delirios ... ¡de concierto!. Mozart, Haydn y Beethoven 'alla italiana'": "¡Cuántos jóvenes dotados de los más bellos dones de la naturaleza habrían crecido como plantas salvajes de forma descuidada en el bosque si en aquellos tiempos su ayuda paternal no les hubiera provisto de educación bajo el cuidado de personas razonables!".
Y es que, lo siento, pero la Joven Orquesta Nacional de España (la JONDE; a quien quiera saber más de este extraordinario invento, lo invito a que pinche aquí) no existió siempre en España, ni cayó del cielo.
Yo tuve la suerte, en cuanto a música se refiere, de criarme en una casa y un pueblo amantes de la música, y de estudiar obligatoriamente solfeo, y luego canto gregoriano, desde los diez años en el Seminario de Sevilla; y de cantar en coros de voces blancas y de voces mixtas siempre que me ha sido posible: desde el Seminario de Sevilla hasta el Conservatorio de Toledo, pasando por la Universidad Pontificia de Salamanca y el Colegio Español de Roma. Pero tengo claro que esta suerte ha sido una excepción en la España que he vivido.
Cuando en el verano de 1964 estuve por primera vez en Alemania, en un pueblo cerca de Colonia, los cuatro hijos de la familia anfitriona (dos en los primeros cursos universitarios, y otros dos en bachillerato) podían tocar con cierta solvencia el instrumento que estudiaban o habían estudiado en el Gymnasium (enseñanza secundaria). Y en el pueblo vecino cabeza del distrito asistí dos veces en un mes (gratis por ir con una asociación musical local) a conciertos de bandas y coros del Land en el teatro-auditorio (Musikhalle) de la localidad. Frente a eso, volver a casa era meterse en un bosque donde una mayoría de "jóvenes dotados de los más bellos dones de la naturaleza crecían como plantas salvajes de forma descuidada".
He pensado mucho si poner en el título de esta expansión sentimental la palabra "política". Queda tan bien hablar mal de los políticos, de la política... Pero "Daniel -me he dicho-, ¿cómo no vas a hablar de política, de la música y la política, si la política es lo que ha inventado la gente que vive en comunidad para conformar una polis donde puedan desarrollarse, crecer, fomentar la belleza, apartar la desgracia, conocer el mundo circundante en toda su amplitud? ¿Cómo no vas a hablar de política si hay políticas que, como tú mismo has vivido, no dan importancia al desarrollo musical de una sociedad, y otras que sí se lo dan hasta el punto de llevarlo al corazón mismo de la educación?". No voy a seguir; pero al final, sí: música y política. Porque la música nos ennoblece, y porque hay políticas que no le hacen caso y otras que sí.
Como no "todos son iguales", la reflexión final de Javier Ulises Illán, en medio de los jóvenes de la JONDE, me ha obligado a recordar. Entré a militar en el Psoe en 1976, y en 1977 empecé a trabajar (sacándome el tiempo del pellejo) en el Grupo Federal de Cultura, primero con Rafael Ballesteros, luego con Ignacio Sotelo y por último con Salvador Clotas: en este grupo confluyeron muchas inquietudes e ideas que, convertidas en medidas políticas, han contribuido a hacer de España un país más culto y educado, y de la sociedad española, un conjunto de personas con más gusto y capacidad crítica. Por enumerar sólo algunas de esas medidas: la implantación de la música (también la educación física y una lengua extranjera) como especialidad en la enseñanza obligatoria, el plan de rehabilitación de teatros públicos (en colaboración con el MOPU), la reconversión del Teatro Real, el plan nacional de auditorios (empezando por el Auditorio Nacional), la Compañía Nacional de Teatro Clásico ... y la JONDE.
En este grupo estaba José Manuel Garrido Guzmán: concejal de Cultura del Ayuntamiento de Murcia en 1979 y luego Consejero de Cultura del Gobierno murciano, a finales de 1982 coincidimos en el Ministerio de Cultura del que era titular Javier Solana, él como Director General de Música y Teatro (en 1985, del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música). Buena parte de los ejemplos citados como realización de la acción cultural del Psoe lleva su impronta.
Mientras aplaudía con ganas en el Rojas a la JONDE dirigida por Javier Ulises Illán, se me vino a la mente el barullo opinador de fuera dedicado a remover el cabreo de la gente con unos políticos (todos, siempre todos) que no han sabido administrar su voto. Yo tengo que decir que no me cansaré de votar porque hay muchos temas nuevos en los que no quiero que mis nietos y sus amiguillos, dotados de los más bellos dones, crezcan como plantas salvajes, sin el cuidado de personas razonables.

No hay comentarios: