sábado, 9 de mayo de 2020

Resiliencia y resistencia

La roca resiste, el muelle es resiliente

Para describir los saltos de las ranas sobre los charcos helados decía Ovidio que “resiliaban”, y con el mismo verbo describía el rebotar del granizo en lo alto de los tejados: “resilit a culmine tecti”.
El término latino “resilio” se compone de la partícula inseparable -re, que puede indicar tanto retroceso (nuestro re-ceso cuando abandonamos un rato lo que estamos haciendo) como vuelta al estado primero (re-hacemos lo que hemos estropeado) o repetición/aumento de un acto inicial (el martillazo o la metedura de pata re-percuten); y de salire, que los italianos han mantenido con el significado de subir y entre nosotros ha dado en saltar (lo que hace, por cierto, que más de un español, queriendo salir ya del museo que visita en Roma, acaba en el piso superior por seguir -“¡Bah! ¡El italiano está chupado!”- la indicación salita, subida).
En esta vena de su origen etimológico, la Academia define la resiliencia (a la vez que señala, curiosamente, que el término nos ha llegado del inglés “resilience”) como “la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”, o, también, como la “capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”. Y mi amigo ingeniero me ha dicho que el ejemplo más claro de resiliencia es el del muelle: en cuanto dejas de presionarlo vuelve al estado en que estaba.

Nuestro resistir está formado, como el resistere latino, de sistere (cuyo antecedente griego “ístemi” significa estar de pie, a pie firme) y de re- (como en resalire).
Un personaje de Plauto, cabreado con la tardanza de otro, le espeta al verlo llegar: “Ubi restiteras?”, ¿dónde te habías parado?. El sol es para Séneca “sidus nusquam resistens”, astro que nunca se para, y Plinio se fija en piedras que “resistunt scalpturae”, se resisten al cincelado. 
Siguiendo esta vena etimológica la Academia define resistir como “tolerar, aguantar o sufrir” y, “dicho de un cuerpo o una fuerza, oponerse a la acción o violencia de otra”. Y María Moliner explica que, “si se atribuye intención a la cosa que ataca o se individualiza, o es de orden espiritual, resistir es no dejarse mover o influir por una fuerza u otra cosa”.

Está claro: cuando un periodista, un tertuliano o un político utiliza indistintamente resistencia y resiliencia, es que no sabe muy bien lo que dice.

Por venir a lo de la pandemia: yo creo que hasta ahora hemos necesitado y demostrado sobre todo resistencia; pero en los meses que vienen nos va a ser muy necesaria la resiliencia. No hay que olvidarse de las ranas y el granizo del poeta. Casi nada es como nos quiere hacer ver el escasamente resiliente Casado.



No hay comentarios: