viernes, 22 de mayo de 2009

San Gregorio, andarín





¿Pero cómo llamas a San Gregorio andariego, si se lleva todo el año encerrado en la ermita y sólo sale una vez al año para ir a la iglesia parroquial del pueblo y volver de nuevo a su sitio? Al ver el título, es la primera pregunta que me haría cualquiera de Conquista, que lo tiene por patrón (en la linda y humilde ermita de la última imagen de esta entrada).

Si patrón equivale de modo principal a protector o defensor, quien lleva por nombre “gregorio” parece nacido para serlo, porque se nos presenta como “el vigilante”, que es lo que significa el verbo griego “gregoréo”: estar vigilante, vigilar. Actitud necesaria para cualquier actividad protectora o defensora, y que ya nos hace pensar en una personalidad inquieta.

El San Gregorio patrón de Conquista aparece en los libros como San Gregorio Ostiense: un fraile benedictino, abad del Monasterio de San Cosme y San Damián en Roma, nombrado luego cardenal-obispo titular de Ostia, la ciudad portuaria de Roma a escasos veinticinco kilómetros del centro de la ciudad (de cuyas preciosas ruinas da cuenta la primera imagen), y encargado finalmente de la Biblioteca Vaticana. Hasta aquí, los datos generalmente admitidos, que nos presentan a un Gregorio más bien sedentario.

Aunque no hay noticia histórica cierta al respecto, parece que fue enviado por el Papa como legado ante los reinos de la península Ibérica, y las viejas tradiciones riojanas y navarras lo presentan predicando en estas tierras y haciendo discípulo suyo a Santo Domingo de la Calzada en tiempos del rey García. Por su oración y su vida santa obtuvo la liberación de una durísima plaga de langostas en los campos del Valle del Ebro, quedando aniquilados los terribles insectos y salvadas las cosechas. Se dice que murió en Logroño el 9 de mayo de 1044.

Relata la tradición que antes de morir dispuso Gregorio que sus restos se ataran a una cabalgadura y que, dejando al animal en libertad, se le diera sepultura allí donde la misma cayera por tercera vez y muriese. Esto ocurrió en las cercanías de la actual basílica (que recoge la segunda imagen de arriba), en el Valle de la Berrueza, en el término de Sorlada, donde se dio sepultura al santo. Por eso se lo conoce también como San Gregorio de la Berrueza.

Pasaron los años, y la memoria de los restos quedó en el olvido. Dos obispos, Pedro de Pamplona y Sancho de Bayona, de vuelta de su peregrinación a Compostela, quisieron saber el lugar desconocido en que se hallaba sepultado el cuerpo del santo. En el vecino pueblo de Los Arcos reunieron a los clérigos en una especie de sínodo, y a los tres días descendió un rayo de luz sobre el lugar de enterramiento. Cavaron y se sintió un olor suavísimo que descubrió los sagrados restos; los recogieron y los pusieron en una hermosa caja, donde siempre han sido venerados.

San Gregorio llegó a ser muy ampliamente conocido porque el relicario de su cabeza tiene dos orificios, uno en la parte superior y otro en la inferior, por los que entra y sale el agua después de haber estado en contacto con el cráneo del santo. Dicha agua se recoge y lleva a los pueblos para bendecir los campos contra todo tipo de plagas malignas, usándose también para la bendición de personas enfermas. El 9 de mayo llegan al santuario, en romería, desde numerosos pueblos, para recibir el “agua gregoriana”. Durante siglos la cabeza fue llevada a numerosos pueblos para ser venerada y bendecir los campos con ella. Hoy en día sus salidas están limitadas a unos cuantos valles navarros. Con ocasión de tales salidas muchos pueblos hacían el “voto de San Gregorio”. En 1756, a requerimiento del rey Fernando VI, la cabeza de San Gregorio fue llevada por media España para erradicar las plagas de langostas que asolaban las regiones de Extremadura, Andalucía, el área de Orihuela, Murcia, Teruel y Valencia. Seguramente es en este contexto en el que hay que explicar el patronazgo de San Gregorio en Conquista, como en otros muchos lugares de España.

Afortunadamente, los (a veces demasiado) eficaces medios químicos empleados cada vez más en la lucha contra las plagas del campo a partir de la mitad del siglo XIX permitieron un reposo merecido a santos como San Gregorio.

Pero está claro: si no todo el Santo, su cabeza sí puede considerarse andariega, hasta el punto de que en algunas regiones españolas es común el dicho “Andas más que la cabeza de San Gregorio”.

1 comentario:

Maluca dijo...

Gracias por la información sobre "mi" patrón