Estuve viendo en TV la presentación que hizo Rodríguez Zapatero de su nuevo gobierno. Me gustó. O, mejor dicho, me gustaron las razones que adujo. Los medios han dado buena cuenta tanto de la noticia como de opiniones de unos y otros al respecto.
A mí lo que más me ha gustado -o lo que más quiero resaltar- de esta iniciativa de Zapatero no tiene que ver tanto con su condición de Presidente del Ejecutivo como con su calidad de Secretario General del Psoe, y se traduce en prescindir en el Consejo de Ministros de Jesús Caldera para encargarlo de la tarea de pensar y articular la política socialista del futuro. Y tampoco me interesa tanto la personalidad del señalado como el hecho de que el dirigente principal del Psoe aleje de las tareas de gobierno a alguien de su máxima confianza para dedicarlo a pensar, formular y plasmar en programas alternativas futuras de gobierno.
La acción de gobierno tiene intrínsecamente al menos dos limitaciones: una se refiere a la necesidad de solucionar los problemas del día a día, y la otra tiene que ver con la exigencia de dar respuesta a demandas ciudadanas en un plazo máximo de cuatro años, la duración de los mandatos establecida en España. La gobernación del día a día apenas deja tiempo para pensar más allá del momento, y el horizonte de cuatro años exige una planificación lo suficientemente meticulosa como para no perder tiempo innecesariamente. Ahora bien ni los hombres individualmente ni la sociedad en la que vivimos y que conformamos ni el tiempo histórico del que aquél y ésta son parte, se reducen a lo urgente ni tampoco se dividen en fracciones cuatrienales. Son un continuo y además en desarrollo.
¿Cómo acercarse a una solución plausible de la tensión entre las decisiones del hoy diario y los requerimientos del desarrollo deseable? Sólo hay una: dejar hueco, en cada momento, para atisbar el futuro, pensarlo e idear pasos para configurarlo de acuerdo con los ideales que nos mueven.
Personalmente viví un tiempo en el Psoe en que las reuniones en las Casas del Pueblo eran ocasión para confrontar entre todos las inquietudes que como ciudadanos entendía cada uno que preocupaban en los ambientes en que cada cada cual se movía; lo mismo se repetía, cada vez con características diferentes, en los niveles provincial, regional y federal o nacional. Había además grupos de adscripción voluntaria dedicados a temas específicos o sectoriales: los llamados "grupos federales", dedicados a diagnosticar específicamente los problemas de un sector determinado e identificar posibles remedios. Viví esta experiencia, en concreto, en el grupo federal de cultura y luego, más específicamente, en el de deporte. Puedo decir que en aquel entonces nadie sabía más que nosotros de las necesidades deportivas de los españoles, de lo que se hacía en esta materia en los países que nos parecían haber dado una respuesta aceptable al problema de las deseables iniciativas sociales y medidas de gobierno para impulsar y favorecer un cambio en beneficio de la mayoría. Cuando llegamos al gobierno en 1982 llevábamos muchísimas cosas pensadas, cotejadas con la opinión pública, cribadas y reducidas a un programa... ¡pero aquello daba -y ya era bastante- como mucho para ocho años! (Yo creo que realmente dio para cuatro).
A los gobiernos les queda poco tiempo para pensar el futuro, e incluso es posible que a muchos de sus responsables les moleste el recuerdo de que el mundo no se acaba con sus mandatos.
Tanto mayor es la satisfacción que sentí al oír a Zapatero la razón por la que había prescindido de Caldera: para que se dedicara a organizar el pensamiento sobre el futuro. Saldremos ganando todos, pero sobre todo mi nieta Leonor y los de su edad. ¡A ver si saben hacerlo!
A mí lo que más me ha gustado -o lo que más quiero resaltar- de esta iniciativa de Zapatero no tiene que ver tanto con su condición de Presidente del Ejecutivo como con su calidad de Secretario General del Psoe, y se traduce en prescindir en el Consejo de Ministros de Jesús Caldera para encargarlo de la tarea de pensar y articular la política socialista del futuro. Y tampoco me interesa tanto la personalidad del señalado como el hecho de que el dirigente principal del Psoe aleje de las tareas de gobierno a alguien de su máxima confianza para dedicarlo a pensar, formular y plasmar en programas alternativas futuras de gobierno.
La acción de gobierno tiene intrínsecamente al menos dos limitaciones: una se refiere a la necesidad de solucionar los problemas del día a día, y la otra tiene que ver con la exigencia de dar respuesta a demandas ciudadanas en un plazo máximo de cuatro años, la duración de los mandatos establecida en España. La gobernación del día a día apenas deja tiempo para pensar más allá del momento, y el horizonte de cuatro años exige una planificación lo suficientemente meticulosa como para no perder tiempo innecesariamente. Ahora bien ni los hombres individualmente ni la sociedad en la que vivimos y que conformamos ni el tiempo histórico del que aquél y ésta son parte, se reducen a lo urgente ni tampoco se dividen en fracciones cuatrienales. Son un continuo y además en desarrollo.
¿Cómo acercarse a una solución plausible de la tensión entre las decisiones del hoy diario y los requerimientos del desarrollo deseable? Sólo hay una: dejar hueco, en cada momento, para atisbar el futuro, pensarlo e idear pasos para configurarlo de acuerdo con los ideales que nos mueven.
Personalmente viví un tiempo en el Psoe en que las reuniones en las Casas del Pueblo eran ocasión para confrontar entre todos las inquietudes que como ciudadanos entendía cada uno que preocupaban en los ambientes en que cada cada cual se movía; lo mismo se repetía, cada vez con características diferentes, en los niveles provincial, regional y federal o nacional. Había además grupos de adscripción voluntaria dedicados a temas específicos o sectoriales: los llamados "grupos federales", dedicados a diagnosticar específicamente los problemas de un sector determinado e identificar posibles remedios. Viví esta experiencia, en concreto, en el grupo federal de cultura y luego, más específicamente, en el de deporte. Puedo decir que en aquel entonces nadie sabía más que nosotros de las necesidades deportivas de los españoles, de lo que se hacía en esta materia en los países que nos parecían haber dado una respuesta aceptable al problema de las deseables iniciativas sociales y medidas de gobierno para impulsar y favorecer un cambio en beneficio de la mayoría. Cuando llegamos al gobierno en 1982 llevábamos muchísimas cosas pensadas, cotejadas con la opinión pública, cribadas y reducidas a un programa... ¡pero aquello daba -y ya era bastante- como mucho para ocho años! (Yo creo que realmente dio para cuatro).
A los gobiernos les queda poco tiempo para pensar el futuro, e incluso es posible que a muchos de sus responsables les moleste el recuerdo de que el mundo no se acaba con sus mandatos.
Tanto mayor es la satisfacción que sentí al oír a Zapatero la razón por la que había prescindido de Caldera: para que se dedicara a organizar el pensamiento sobre el futuro. Saldremos ganando todos, pero sobre todo mi nieta Leonor y los de su edad. ¡A ver si saben hacerlo!